Miro tus párpados cerrados tras los cuales se esconden dos soles, los más luminosos que he conocido en la vida.

Observo los rojos pétalos que son tus labios, flores de las cuales he bebido el néctar más dulce.

Tras esas pestañas, como la noche que nubla mis pesadillas más oscuras, se ocultan tus ojos, diamantes enormes para los ojos de una aprendiz de joyero.

Tras tus labios se oculta tu lengua, manantial de la gloria más sublime.

Bajo tu cara, pequeño girasol que me sigue como si yo fuera el astro, se esconden tus manos, maravillas repletas de energía y amor, que me recorren ahora, y descubren que bajo esta piel, están todos los pensamientos que te guardé en la distancia de horas interminables sin estar a tu lado.

Mis manos ya se enredan en tu cabello, sedoso y brillante, bruma tras la cual me pierdo en pensamientos lejanos y alegres, que vienen desde tiempos remotos, cuando éramos sólo tu y yo en esta tierra.